
Fabio Aste: “La mística que tiene el escenario y el espectador es lo que me sigue enamorando del teatro”
Teatro julio 5, 2025El actor presentó y contó todo sobre las obras “Al fin y al cabo es mi vida” y “La Vergüenza”.
¿Qué desafíos te generó como actor interpretar a alguien que defiende la vida a costa de la libertad de otro?
Sí, ese es duro. Yo estaría más del lado del personaje de Silvia (Kutika), en realidad, si me pasara una cosa así o si tuviera un familiar cercano que pidiera algo así, yo, por supuesto, que accedería y entiendo la postura de Silvia, el personaje de Silvia, lo que le pasa. Yo, en lo personal, para poder construir este personaje que, apuesta a la vida, justamente me agarré de eso, de mi necesidad en la vida de luchar por la vida en las situaciones, los momentos y los lugares personales que tienen que ver con la justicia, que tienen que ver con la defensa de los espacios personales en contra de las adversidades, pero fundamentalmente con la justicia, con la legitimación.
A este hombre le va la vida en esto que hace, no es que solamente hizo un juramento hipocrático y porque hace lo que debe, sino que hace lo que él siente y cuando se plantea la posibilidad de que este personaje se salga con la suya y finalmente logre quitarse la vida, siente como si se la estuvieran asesinando, o sea, siente como si le estuvieran cortando las piernas o cercenando un hijo, un logro propio. Entonces yo me agarré de eso, de la necesidad de reivindicar que tiene este personaje la razón de ser de su profesión, la razón de ser de su vida. Él lo dice, el único enemigo que tenemos acá es la muerte, no me pongas de la vereda de enfrente, le dice a un médico colega que en realidad es el practicante, un residente que está trabajando conmigo, porque el único enemigo real es la muerte y cuando haya un resquicio de vida todavía disponible y aunque exista una remota posibilidad de que esto en algún momento pueda revertirse o existan herramientas, como dice el médico, para que en el futuro pueda tener una mejor calidad de vida la paciente, mi personaje se va a aferrar con un incidentes a esto y no va a cercenar la vida a menos que ocurra de manera natural.
Entonces, ¿de qué me agarré? De esto, de la necesidad de reivindicación personal, porque este hombre lo toma como propio, esto de la necesidad de que lo propio sea valorado, sea respetado, hay algo personal, por eso se quiebra al final el personaje, porque no es simplemente que cumple con lo que hay que hacer, no es un médico frío, es un médico comprometido con la defensa de la vida u trance. Yo por lo menos lo construí desde ese lugar, que me parece mucho más interesante que poner la obra en términos de buenos y malos, porque a veces muchos me dicen, ´vos sos el malo de la película´, yo no soy un malo, soy un tipo que no está de acuerdo con la eutanasia, que no está de acuerdo con detener la vida artificialmente a través de la mano del hombre. Después, bueno, si yo en lo personal convulgo con él, no, pero esto es de lo que yo me agarré y puedo entender qué es lo que le pasa a este tipo, porque encuentro puntos de contacto conmigo personales para poder defender esa postura.
Y cómo fue construir esta tensión escénica con Silvia y Mirta Wons, dos grandes compañeras, yo creo, para vos?
Mirá, yo con Silvia, ya te digo, vengo laburando hace cinco años, nos conocemos mucho, nos conocemos las mañas, ya con las miradas sabemos qué le pasa al otro, nos queremos, somos amigos, hay mucha química, y eso es más fabuloso, y hemos transitado distintos géneros, porque el suspenso es una cosa, el drama es otra, nos divertimos, nos emocionamos juntos, sabemos de la vida del otro, y Mirtha es una persona hermosa con la que yo ya trabajé en otra oportunidad en teatro, es muy graciosa, es muy personal, es muy cascabelera, es muy ruidosa en el buen sentido de la palabra, es una persona que se hace ver, se hace escuchar, se hace sentir, y esto es muy divertido, trabajar con ella es muy grato. Y, bueno, quizá nos tocan los tres roles.
Los tres roles emblemáticos de la obra, que son la paciente que defiende esta postura de querer quitarse la vida, la abogada que le asiste en esto, y mi personaje, el médico, que se opone. Entonces son como los tres pilares sobre los cuales se apoya el espectáculo, y, bueno, los tomamos con esa responsabilidad, cada uno defendiendo su quintito, o sea, ahí arriba del escenario, cuando tenemos que enfrentarnos, nos enfrentamos y nos matamos, aunque nos amemos abajo, ¿no? No, y está súper bien, y aparte, no solamente la escenografía, también el vestuario, están como en cada detalle, desde la taza, la cucharita, el sorbete para la tacita, para Silvia, cuando está en la cama, o sea, es como muy milimétrico todo, ¿no?
¿Qué reacciones del público te conmovieron o te sorprendieron desde el estreno hasta ahora? ¿Has recibido muchas críticas, muchas devociones?
La que te digo de los médicos es genial. La gente se conmueve mucho. Pipo Luque, el marido de Silvia, fue y le encantó. Le gustan estas contradicciones que tienen los personajes.
Por ejemplo, mi personaje, si bien defiende esta postura, puede empatizar con ella. Y ya te digo, no es un médico frío, sino que es un médico que le va al corazón en esta decisión y sufre cuando ve que no le está resultando fácil ganar la partida. Y la gente sale muy conmovida.
La gente llora, la gente se identifica con lo que sucede, la gente abraza y comparte lo que pasa en el escenario, y eso es siempre lindo de ver. Tanto gente del palo, del medio artístico, como amigos, familiares, como esto que te digo, gente de la medicina, que comparten ese universo que nosotros plasmamos arriba del escenario.
Y bueno, no parás un segundo, porque ahora también tenemos el estreno de “La Vergüenza” …
Es una obra de Patricia Suárez, dirigida por su marido, Claudio Prille, producida por Patricio Soriano. Mira, es muy interesante esto también, yo creo que las dos obras que estoy haciendo son muy fuertes. Esta habla de un personaje real, un médico nazi, que en la Segunda Guerra Mundial curaba, supuestamente, entre comillas, la homosexualidad.
Yo hago el padre de una familia judía, bastante aserrada, comerciantes del once, que tenemos un hijo gay, en la década del 60, este personaje que existió en la vida real, este médico alemán, emigró a Buenos Aires. O sea, después de la Segunda Guerra Mundial y la caída de Hitler, viaja a Buenos Aires y se radica acá en la Argentina. Y siguió practicando estos experimentos aberrantes acá, donde los pibes los mataba, los dejaba rengos, o sea, todo un desastre, claramente no curaba nada.
Y bueno, el planteo es muy piola porque ocurre algo distinto a lo habitual, en donde siempre suele ser la madre la que apaña, defiende al hijo. Acá mi personaje, que claramente no es gay friendly, ni mucho menos, termina diciendo textos como yo, no me importa que mi hijo sea homosexual, pero yo no puedo aceptar que ese tipo le ponga las manos encima a mi hijo. Para él, para la madre, la gran vergüenza, y así se llama la obra, la vergüenza, es que el hijo sea gay.
Y no le importa en manos de quién caiga con tal de que le saque ese estigma que para ella implica la homosexualidad en el hijo. Y no se está dando cuenta que se lo está entregando a los asesinos de su propia familia. Porque, en realidad, ese tipo participó del holocausto y ella tiene hermanas muertas en la Segunda Guerra Mundial.
O sea, mirá hasta dónde llega la locura y la ceguera de alguien que, con tal de conseguir un objetivo, que para ella es la sanación del pibe o el propiciar una buena vida a su hijo, hace cualquier aberración. Y yo, mi personaje, siente que es una traición a la raza lo que hace mi mujer al entregárselo a este tipo. Entonces, pesa mucho más, a pesar de que son una familia hipercerrada, una familia para nada, con apertura mental, con conceptos muy anquilosados y viejos, e intolerantes y sectarios, pero le importa más no traicionar a su raza y no entregar a su hijo a manos de un asesino, ni contribuir con el posible sufrimiento de su hijo y entonces pasa absolutamente a segundo plano y no pone foco en la homosexualidad del hijo cuando obviamente él hubiera querido que su hijo no fuera gay por cómo es su crianza y su educación y su forma de ser.
¿Sentís que, bueno, a eso iba, todavía hay algunas familias que siguen sintiendo vergüenza por la diversidad sexual?
Yo creo que sí. Y hay un montón de gente que sigue sintiendo vergüenza de ser quien es. Eso va a existir siempre porque está muy instalado a… Porque hay una… una supuesta forma correcta de vivir. Una bajada de línea moral, religiosa, cultural, en donde las cosas deben ser hechas de determinada manera, o por lo menos se supone que la normativa o la mayoría de la gente transita por ese lugar.
Entonces, todo lo que sea parte de eso, inconscientemente, incluso, a veces por parte de la propia comunidad, discriminada, también hay discriminación. La discriminación del discriminado es muy alucinante. En Casa Valentina, esta obra que hizo (José María) Muscari, se vio claramente que eran todos crossdressers, los tipos, eran todos heterosexuales, pero les encantaba vestirse de mujer, o sea, no tenía nada que ver el fetiche de vestirse de mujer con la elección sexual.
Cae un gay, que es el único gay, y lo discriminan. O sea, aquellos mismos que hacían algo que supuestamente no estaba bien visto por la sociedad, y era diferente y transgredía la norma, que era disfrazarse o vestirse o sentirse mujeres, empiezan a discriminar al que elige un objeto sexual diferente al de ellos.
¿Cómo trabajaste emocionalmente un texto potente sin caer en el golpe bajo?
Con verdad, buscando los resueltos personales que me acercan a lo que le pasa a este tipo, que es el despojo, este tipo siente que le despojan, le arrebatan lo propio de una manera injusta y se lo arrebata a su propia mujer. Porque la mujer es cómplice del horror que sucede con este pibe. Entonces imagínate el quilombo que se genera intrafamiliarmente ahí, entre estos dos seres que están parados en veredas opuestas y la mujer no ve el daño que le está haciendo al hijo.
Siente que le está haciendo un bien. Ella defiende eso porque siente que le está haciendo un bien. Bueno, buscando justamente, igual que lo te decía al final de mi vida, siempre buscando resueltos personales que tengan que ver en este caso con la sensación de arrebato, de violación, de despojo, de robo, de ultraje.
¿Qué te sigue enamorando del teatro?
La mística que tiene este espacio de comunicación entre el escenario y el espectador, entre el actor y el espectador, que se suba un telón como ahora tenemos en “Al fin y al cabo de mi vida”, que no se usa mucho, que se apague la luz de la sala, que se prenda nuevamente, la capacidad que tiene el teatro donde uno conduce, conduce absolutamente, por más que haya un director, haya un texto y haya marcaciones técnicas puntuales, a diferencia del cine y de la tele que me fascina y me encanta hacerlas, hay un momento mágico donde uno conduce el barco y si quisiera podría tirarlo para cualquier lado el barco y no hay posibilidad de corte, de edición ni de nada.
Uno tiene un manejo en el momento en que está instalado en el escenario y dice un texto y transmite una emoción, hay como un momento de silencio, si yo ahora hago tal cosa y hago algo totalmente opuesto a lo que tengo que hacer, se va todo a la mierda. Ese momento de magia, de comunión, de salto al vacío, de comunión con el público y con el personaje, en donde vos sos amo y señor y que está vivo porque está la presencialidad del espectador, a diferencia del cine y de la tele, el otro está en su casa o en un cine mirándote a través de una pantalla, acá está ahí con vos, respirando con vos, eso es de una emoción y de una profundidad, es único.
¿Qué es lo que te llevó, lo que te motivó desde chico para decir yo quiero hacer esto, quiero actuar?
Todo que es ser visto, ser mirado, ser mimado, ser querido, somos grandes exhibicionistas y grandes narcisistas con agujeros emocionales todos los actores, porque ya el hecho loco de tener que pararte en un escenario para que otro te aplauda y te mire, hay que estar un poquito de la cabeza.
Supongo que eso, psicológicamente hablando, pero que me lleva y es transformador. Yo puedo tener un mal día, un día raro, o puedo estar turbado, la experiencia teatral o la experiencia de hacer algo que me atraviesa, que me interpela, que me expresa, donde puedo drenar mi expresividad frente a una cámara o a un escenario, hace que yo después cuando termine esa experiencia salga de ahí, me vuelva a mi casa o al lugar donde vaya totalmente renovado y modificado. Eso es lo que me lleva a actuar.
Es una necesidad que va más allá de la paga. Yo vivo de esto, pero hay algo que no lo paga el dinero, que es la satisfacción de hacer algo que es como alquímico, que necesitas para vivir, expresarte para un otro y modificarlo a través de lo que haces, a mí me parece casi orgásmico. Me encanta.
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