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Federico Delgado: “El realismo obliga a los jueces a que sus sentencias tengan sentido comun”

Interes General febrero 19, 2019

El fiscal federal hablo en "Libre Pensamiento" sobre el funcionamiento de la Justicia argentina.

          Federico Delgado es abogado, licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y profesor universitario. Escribió ensayos y textos sobre filosofía, ciencia política y derecho, y en 2016 publicó el libro “La Cara Injusta de la Justicia”, junto con Catalina de Elía. Como fiscal penal federal ha trabajado en los grandes casos de corrupción pública de la Argentina: el pago de sobornos en el Senado de la Nación, el megacanje de la deuda externa, la masacre de Once, los Panamá Papers y la tragedia de la Time Warp, entre muchos otros. También investigó las redes de trata de personas y las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura en el Primer Cuerpo del Ejército.

           Su primer libro, “La Cara Injusta de la Justicia”, llevó adelante un exhaustivo análisis del desempeño de la justicia en nuestro país y al hacerlo contribuyó a crear un sentido crítico del funcionamiento del sistema judicial, al tiempo que colaboraba en el fortalecimiento de los lazos de la sociedad civil y sus demandas de justicia. Ofrecía una acabada explicación de los mecanismos a partir de los cuales se estructura dicho sistema y aborda una descripción detallada –con elementos teóricos– de los distintos aspectos de la justicia argentina. Repasa un conjunto de casos testigo sobre los que se erige el desarrollo teórico (María Ovando, Belén, Ezequiel, Lázaro Báez, José López) y concluye con una entrevista a Jorge Lanata. “La Cara Injusta de la Justicia” permitió acercar al gran público una de las problemáticas que nos atravesaban como sociedad en ese entonces.

          En el año 2018, publicó “Injusticia”, su segundo libro, en el cual cuenta la catástrofe del poder judicial. En un libro valiente y necesario, donde Delgado pone al descubierto la corrupción en la justicia y plantea una salida para cambiar un sistema que va camino a la descomposición.

          Por primera vez, un fiscal federal en funciones denuncia la trama de corrupción, ineficiencia e impunidad en la justicia argentina. El escritor actualmente está al frente de una fiscalía en el fuero más sensible, mediático y escandaloso de todos: el Penal Federal. Por allí pasan las causas contra las mafias de los secuestros, el narcotráfico y la trata de personas, y las que involucran a funcionarios, exfuncionarios y empresarios por coimas y delitos contra el Estado.

           “Injusticia” revela las intrigas en los despachos de Comodoro Py y el modo en que los jueces actúan guiados por tradiciones caprichosas, deseos de fama, presiones políticas, ambición e ignorancia. Es un relato audaz en el que se entrelazan los nombres de Mauricio Macri, Norberto Oyarbide, Cristina Kirchner, Julio De Vido, Claudio Bonadío, Daniel Angelici, Elisa Carrió, Gustavo Arribas y otros protagonistas de las causas Panamá Papers, Hotesur, Skanska, Odebrecht, los sobornos en el Senado, la quiebra de los bancos Mayo y Patricios y la masacre de Once.

          Un testimonio con detalles inéditos de los fallos judiciales más polémicos de los últimos años, como el detrás de escena del procesamiento de Macri en la causa de las escuchas ilegales y la decisión de sobreseerlo cuando asumió la Presidencia; la estrategia judicial para salvar a Arribas, el director de la Agencia Federal de Inteligencia, involucrado en la causa Odebrecht; y la forma en que se manipula la ley para garantizarles impunidad a los ricos y poderosos.

          “La idea del libro es presentar un poco mi experiencia y tratar de hacer una suerte de radiografía de una Justicia que se alejó mucho de la Constitución” comentó el fiscal: “No sé si Justicia, un sistema judicial que tiene un montón de vicios que todos conocemos, tiene un montón de problemas. No es una cuestión de plata, ni de leyes, ni de presupuesto, me parece que hay un problema cultural que tiene que ver con la formación de los judiciales, con la formación de los abogados y, en definitiva, con una concepción de la Justicia.”

          El abogado remarcó la importancia de la necesidad de una corrección de curso en el funcionamiento del sistema judicial: “Hay que pensar a la Justicia como esa instancia que va a garantizar la convivencia de todos nosotros, para que no nos matemos a piñas, y podamos resolver nuestros conflictos de acuerdo a la ley; si no vamos a permanecer en un sistema judicial que, lamentablemente, ha divorciado a la ley de todos los componentes éticos y morales que tenía.”

          “Irónicamente, la ley que nació como un elemento para fundar la libertad, de momento parece que es una cuestión que termina amenazando nuestros derechos. Entonces parece que estamos en una situación fea los argentinos, pero toda crisis también es una oportunidad. Me parece que la cuestión es muy seria, tan seria que no sé si se justifica que esté sólo en manos de abogados, judiciales y expertos, sino que es para todos nosotros.”

          En un momento, se consideró como solución el incluir más mujeres en los juzgados, bajo el razonamiento que le darían un color diferente a las sentencias. Sin embargo, sus resoluciones se vieron teñidas del mismo matiz que la elite venía imponiendo anteriormente. Al respecto, Delgado opinó: “El gran problema es que la cuestión no pasa solamente por los nombres o por el género, sino que hay una serie de prácticas sedimentadas que han hecho que, aunque pongamos a doce cardenales, doce rabinos y doce pastores, todos van a terminar haciendo lo mismo que hacen los que actualmente habitamos Comodoro Py.”

          “Por ahí no tanto, pero van a incurrir mucho en esos vicios. Porque el problema es que hay como una rueda, que genera una inercia en la que cada persona que entra, de algún modo, se ve como encorsetada, y las prácticas esas nos atraviesan. En cierto modo, son autónomas. Yo siempre cuento que los chicos que entran a Tribunales con dieciocho, diecinueve años, a los tres o cuatro días, cuando hablan por teléfono, a un policía le dicen “dígame su gracia” cuando ni siquiera saben que es la gracia. Pero saben que cuando la gente habla con policías, en vez de preguntarle el nombre, su cargo o en que seccional trabaja, le preguntan gracia y repartición. Me parece que ese pequeño ejemplo, que es micro, nos permite pensar porque suceden las cosas más macro.”

          “Hay un componente de realismo, porque el realismo lo que tiene es que obliga a los jueces a que sus sentencias estén premiadas de sentido común, o de las costumbres y los hábitos que están en la ciudad. Un poco de eso hay, porque me parece que uno de los vicios que tenemos en la Argentina es un excesivo apego al positivismo continental, que hace que las sentencias sean muy abstractas y no tengan vínculo con las costumbres y las prácticas de esas sociedades.”

          En “Injusticia”, el autor señala tres etapas de crisis importantes en el sistema de administración de justicia nacional. La primera es el juicio a los militares; la segunda es la denuncia a las mafias hecha en la época de Domingo Cavallo con Alfredo Yabrán; la tercera es la cuestión del megacanje y el tema de la Banelco, que produce la caída. Parecería que esos tres hitos coinciden con momentos de agotamiento del sistema procesal penal, dado que con los militares entra en crisis el viejo código procesal penal de barrio, durante las mafias surge la sustitución del código de Levene y la tercera es su agotamiento, con la necesidad de un nuevo código procesal penal.

          “Me parece que los códigos ayudan. El código que está sancionado, aprobado y debería estar vigente, pero que no se aplica por un decreto del Poder Ejecutivo para el nivel Federal, tiene avances cualitativos muy importantes. Pero me parece que también hay que tener en cuenta que las leyes las ponemos en movimiento los hombres. Podemos cumplirlas, no cumplirlas o torcerlas. Casi lo que hacemos siempre en Tribunales.”

          “Si bien es necesario actualizar las normas de procedimiento, es necesario restarle poder político a los jueces y que lo compartan con el Poder Público Fiscal, es necesario tener algún régimen específico para investigaciones complejas, también es necesario cambiar la cultura de los operadores del derecho. Porque sino, no vamos a ninguna parte.”

          “En definitiva, en mi opinión, lo que hay que discutir es anterior. Hay que discutir cómo se enseña la abogacía. Porque me parece que tanto las universidades públicas o privadas la enseñan igual, y son prácticamente escuelas de leyes. Lo que hacemos es recitar leyes y aprender cómo funcionan las leyes. Nos hemos olvidado del componente valorativo.”

          Respecto al sistema chileno, donde un ingeniero controla cuestiones de agenda (como la asignación de audiencias), en lugar del juez, el escritor acotó: “Acá, en el código que está vigente, pero que no se aplica, por otras cosas que tiene la Argentina, hay un sistema bastante parecido. Todo el sistema de audiencias, el sistema de agenda, está pensado como un mecanismo autónomo que no está en manos ni del juez, ni de los fiscales.”

          Delgado, en sus libros, advierte falencias procesales tan evidentes, como son los casos en los que entre la elevación a juicio y la etapa de debate, transcurren más de diez años: “Es una muestra que las personas que hicieron los códigos de procedimiento, no tienen plan B. También pensaron que los operadores judiciales íbamos a ser leales con la ley, ateniéndonos a su espíritu. No había plan para los pícaros, o lo que llamo “las diagonales”. Eso revela como la discrecionalidad del código, no plantea una fecha específica entre la elevación y la audiencia, porque da por sentado que el interés de la Justicia es que los juicios se hagan rápido.”

          “Esos márgenes de discrecionalidad son los que también revelan como nuestra cultura jurídica hace que nuestras leyes, en algún punto, tengan un efecto contrario al que buscaron los legisladores y termine siendo funcional a cuestiones como la prescripción.”

          “A mí me parece que si uno se pone a mirar un poco, solamente con agarrar expedientes de hace diez años que irrumpían la agenda pública, iban a juicio oral, y después tratar de rastrear como terminaron, vamos a ver que muchos terminaron con la muerte de los imputados, con que a los imputados no se los podía juzgar porque tenían algunos problemas ya más vinculados con la biología que con el derecho, prescribieron o siguen dando vueltas.”

          “Pensemos que los juicios por corrupción duran, en promedio, veinitipico de años. Entonces, me parece que por debajo de la ley funcionan una serie de dispositivos que lo que hacen es obturar el funcionamiento de la misma.”

Podés escuchar “Libre Pensamiento” los martes a las 13:00hs por La RZ.

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