“Se habla poco de corrupción, lo que pasa es que no se habla desde el punto de vista didáctico. La gente no interpreta que un tema de corrupción afecta directamente y puede matar un hijo. Es un delito que no tiene una vinculación directa, y en ese sentido hay un dato clarísimo: Una persona que falsifica un documento de identidad para manejar un Uber, por ejemplo, podría cumplir una pena de hasta ocho años de prisión según el código penal, pero una persona que comete un acto de corrupción, hasta seis. Estamos hablando de un funcionario público que comete un acto de corrupción, te lo expongo en estado más grave”, ilustra Gustavo Nigohosian, desde la expertiz que le proporciona su rol internacional en Compliance y Auditorías.

Merced a ese análisis, revela que “los delitos contra la administración del Estado no son penados. Así nos enseñaron, y no nos damos cuenta de las falencias que van erosionando no solo lo económico sino también como tiene sus implicancias en las arcas del Estado, y noticias de las que no nos enteramos, que tienen manejos espurios. La gente termina pensando que nunca pasa nada, y nadie paga, lo que termina por banalizar el concepto de corrupción. El 0,1 por ciento de los casos que van a la Justicia terminan sin ningún tipo de resolución con respecto a la corrupción”.

“La tasa de resolución es de las peores de los ´supuestos´ delitos. En la causa ´Cuadernos´ estaba todo listo, todo dado. Yo tuve la posibilidad de trabajar en el caso Lava Jato (Brasil), que refleja mi experiencia corporativista. También estuve en el grupo Techint, donde aprendí un montón de cuestiones vinculadas a la auditoría y temas vinculados a la corrupción. Lo que en el mundo corporativo se denomina Compliance. En el caso del Lava Jato se logró investigar a fondo”, precisó el consejero y asesor, en la Oficina Anticorrupción.

“Tal es el caso de la causa Cuadernos, donde había un tipo que te anotaba todos los movimientos. Lo que pasa es que acá es un tema cultural y esa cosa de ´ser buchón´. Hay temas culturales que creo que están cambiando, lo veo con mi sobrina y con personas que tienen otra cabeza, más abierta. Quizás porque la gente va cambiando. En el país se instaló esto de que ser buchón es peor que el delito, como también se ve que la libertad de expresión justifica decir cualquier cosa, y atacar los derechos de cualquier persona. No tenemos esa madurez como sociedad para no hacer algo si está mal”, cerró Nigohosian.