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Luis Formaiano: “Para mí, se trata de una experiencia de sanación”.

Teatro agosto 22, 2023

El elenco de “Las persianas tienen ojos” pasó por Radio Zonica y compartió las vivencias de la obra en “Susurros en tus Oídos”.

Con la autoría de Luis Formaiano, la dirección de Patricio Azor y la participación de  Monica Stricker, Juan Lucero, Emanuel Moreno Defalco y Juan Cruz Wenk, “Las Persianas tiene ojos” es una obra que llegó para sacudir la realidad. “El éxito me tiene asombrado, como creo que lo tiene todo el equipo, venimos agotando funciones muy por adelantado, de hecho están por salir a la venta las entradas de octubre porque ya no quedan más, y estamos recién en Agosto. Creo que es una historia que la mires por donde la mires, te va tocar el corazón. Ahí radica el éxito de la obra”, detalla Luis Formaiano.

Para Monica Stricker se trató de un desafío que a lo largo del tiempo alcanzó la satisfacción: “Componer a Adela fue muy lindo. Un proceso en el cual tuve muchas charlas con Luis donde él me fue contando, cómo era su mama con él desde chiquito, y como fue pasando el tiempo. Así fue tomando cosas de tal forma que con todos esos condimentos pude crear ese personaje. Y Pato fue importante porque me permitió crear, a lo sumo él luego iba definiendo qué iba y qué no, pero estoy muy contenta con Adela. Es algo que te llega al alma y a pesar que tiene cosas duras, considero que cada mamá hace lo que puede”.

Uno de los elementos clave es la puesta en escena, situación que contó con la pericia de Patricio Azor: “Nosotros laburamos mucho con Luis en el texto, estamos hablando de un par de meses. Al tiempo que yo ya iba armando la puesta en mi cabeza mientras que Luis iba arreglando todas esas cosas que iba saliendo para poder llevarla a cabo. En un momento con Maggie, la asistente de dirección, nos dijimos que la cosa estaba más difícil de lo pensado. Pero por suerte, entre estos cuatro actores maravillosos me hicieron fácil ese camino que yo tenía que poner en escena, porque hay un montón de cosas que pasan en la obra que fueron idea de ellos. La tarea no fue fácil porque no es una obra cronológica, o sea, la obra va y viene. Además de todo el tema de las transiciones y los cambios de tiempo, se dieron porque los actores lo hicieron muy fácil. Yo creo mucho en el laburo del actor para construir una puesta, para mí este trabajo es fundamental. Esto lo repito siempre, no me gusta el actor títere, es decir, el que espera instrucciones. Y ellos de verdad hicieron mucho de lo que hoy se ve. En definitiva, el trabajo de los actores me ayudó muchísimo”.

Juan Lucero debió encarnar el papel de Oscar, el padre del protagonista, y reveló la magnitud de su labor: “En mi caso estoy haciendo un personaje que existió, y después de haber hablado cuestiones con Luis, si en algo defiendo a Oscar es que era un laburante, un trabajador, y que hizo, como señala el texto de Luis, lo que pudo siempre desde el amor. Creo que ahí está el secreto. Un padre que no sabía cómo manejarse en ese caso. Es una responsabilidad muy grande de interpretar, más cuando vos sabes que esa persona existió. Se trata del papá del autor, con lo cual siento un respeto… Es difícil componer un personaje que está mirado por todos lados y conservar ese cuidado para no faltarle el respeto. Es un honor que Luis me haya elegido y que Pato me esté dirigiendo, que era algo que quería hace mucho tiempo. Oscar es eso, es el papá que hizo lo que pudo”.

A propósito de la intervención de otro de los personajes, Patricio Azor, abrió su intimidad e hizo foco en los efectos de la gente: “Me pasa con la devolución de la gente, a la hora de salir del teatro, quedan como impactados por la actuación que Juan hace para encarnar al personaje del Turco. El público sale de la obra y te dicen que lo odiaron, pero lo dicen con una admiración sobre lo logrado de su papel. La gente me ha dicho que lo que hace Juan es increíble. Porque eso también nos pasa, con la respuesta del público se va armando otra cosa, porque nunca pensamos que ese personaje (el Turco), que comete un abuso contra un nene, iba a tener tanto impacto en la gente. El silencio que se hace en la sala en ese instante, se corta con un cuchillo”.

Para Emanuel Moreno Defalco, quien interpreta a Tony en su juventud “De entrada hubo algo en el texto que me atrajo. A mi me gusta mucho la mitología griega, y acá aparece algo de Prometeo encadenado que me llamó la atención. Lo cierto es que entramos en esa búsqueda en medio de ensayos con la mayoría, salvo con Juan, el resto eran desconocidos para mí. Algo de la mecánica de los ensayos, de la búsqueda… Cada grupo tiene sus lógicas y aquí empezó a suceder algo con la historia que también traía Luis que me conmovió. Hubo algo que al ir encarnando que, además de ser ficción, tenía ese contrapunto real que me terminó movilizando, y lo sigue haciendo. Cada función que pasa trato de buscar un ´estar ahí´ con mis compañeros y con esa situación, y que devenga algo ahí. Es decir, algo sucede”.

Además sostiene que todavía no consigue expresarse con respecto a las repercusiones de la obra: “En relación a lo que hablaban recién, hay algo con la obra y con nosotros y lo que pasa en el público, hay algo que me parece hermoso. Algo en el foco que va más allá de si la obra gusta o no. Si me gustó tal o cual actor, o la puesta en escena, prefiero ir a lo que moviliza a nivel humano, desde la sensibilidad. Hay algo ahí que me deja fascinado. Como que está pasando otra cosa a nivel anímico”.

Para Juan Cruz Wenk, que fue quien le puso el cuerpo al Tony adulto, su inserción al equipo de trabajo fue más tarde que la del resto: “Cuando yo lo recomiendo al Emanuel, estábamos buscando un actor jóven, pero no participaba del proyecto. Es más, ni siquiera existía esta mirada actual de la historia. Este personaje surge con la llegada de Pato y con la capacidad que tiene Luis, de rearmar ese proyecto de tal manera que se puedan ver las distintas instancias en el momento actual y con la mirada de 50 años después. Eso creo que fue un hallazgo genial. Eso hace que la gente termine de entrar a los 5 minutos con la obra. Es decir, enseguida entiende como es el código, cómo se va a contar, cómo vamos a ir y venir con los pocos elementos que disponemos. Pero con el sentimiento y con la emoción bien puestas. Mi personaje es el primero que rompe la cuarta pared. Quedó sorprendido porque veo gente llorar a los diez minutos, gente manifestando sentimientos como la bronca. O sea, un público que rápidamente se compromete con la experiencia. Se rompe la obra de teatro y le empiezan a pasar cosas a uno. Ese es el gran logro de este proyecto”.

“La obra para mi es primero un viaje al pasado para sanar, por heridas que quedaron abiertas. Que a veces aunque vos digas ‘bueno, ya pasaron 50 años’, todo queda grabado en tu cuerpo y en tu piel. Y por ejemplo, este domingo que vinieron mis alumnas de arte terapia, al final me agradecieron la experiencia vinculada a eso. Me dijeron que la obra les enseñó lo que tienen que hacer, de contribuir a través del arte, al proceso de sanación. Y eso es muy parecido a lo que se llama cuento terapéutico o escritura terapéutica, donde vos a través de una reflexión narrativa de tu propia vida o una parte de tu vida, te reconcilias y de algún modo terminas sepultando los fantasmas que vivieron con vos durante mucho tiempo. Siempre lo digo, para mí, se trata de una experiencia de sanación. Es algo que nunca fue comprendido como tal, es decir el proceso de aceptación de lo que pasó, sin que haya vuelta atrás” destaca Luis Formaiano.

Luis Formaiano revela su historia juvenil en una obra dura y emotiva

Con el bello título de Las persianas tienen ojos, el psicólogo y docente se da el gusto de mostrar que también es posible revelarse ante el entorno, y armarse una vida plena sin sucumbir a los condicionamientos.

“Si tuviera que volver a vivir la misma historia, habría vuelto a pagar el costo. Eso marca la diferencia entre un espíritu libre y un espíritu encadenado, eso marca la diferencia entre respirar con la cabeza alta… O morir ahogado en tu propia mierda”, explica Luis Formaiano sobre su obra Las persianas tienen ojos. Es que tomó su historia personal, cuando era un chico de 16 años en una Argentina gobernada por militares y que quería expresar lo que llevaba adentro siendo fiel a lo que sentía. Es así que el protagonista, Tony, les confiesa a sus padres que es homosexual, enfrentando no solo los dictámenes de sus progenitores sino también el de una sociedad reprimida en más de un sentido.

“La escritura de esta historia implicó retroceder 50 años en el tiempo, hasta un momento histórico en el que las condiciones bajo las que se vivía la homosexualidad eran altamente desfavorables -evoca-. A la traumática transgresión de los mandatos familiares se le sumaba la estigmatización y penalización con encarcelamiento debido a los edictos policiales vigentes como el 2H, generando que el colectivo se moviera en la clandestinidad de las fiestas privadas o encuentros plagados de riesgos. La obra es también una reflexión sobre el respeto por el propio deseo, la responsabilidad por las elecciones que hacemos y la gestación de un espíritu resiliente que, finalmente, permite avanzar en la vida con dignidad y plenitud”.

Esta actitud valiente de un joven se refleja hoy en la vida de un adulto pleno, que no necesitó de este texto para hacer catarsis ya que es psicólogo y docente, y ese proceso pasó hace mucho tiempo, sino porque es una forma de contribuir a la sociedad, llamar a la reflexión y que no se circunscribe “solamente a la sexualidad sino también a enfrentar los mandatos familiares cuando el deseo personal es otro”, aclara Luis en charla vía Zoom. También rescata el proceso de llevar la obra a la corporización en una sala, en este caso El Método Kairós de la cual es productor y como tal trabajó en todos los aspectos. Aquí rescata como importante la participación del director Patricio Azor, “a quien le propuse la obra porque me gusta su mirada y la calidez con que trabaja los textos. Yo había escrito casi un guión cinematográfico, con imágenes proyectadas y muchas cosas más. Y Pato la hizo más teatral incorporándole cosas bien de escenario y agregando el personaje de Tony de adulto. Por mi parte elegí a Mónica Stricker y a Juan Lucero para encarnar a los padres. Y juntos le dimos el rol a Emanuel Moreno Defalco, que corporiza al Tony que se rebela”. Junto a ellos también está Juan Cruz Wenk, quien no casualmente tiene un gran parecido con el autor de la pieza, a quien encarna de adulto.

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