
Mauricio Dayub: “Nunca me paso que se quedara tanta gente a agradecerme”
Interes General marzo 9, 2019El actor hablo en "Cafe con Mazas" sobre su nuevo espectaculo.
“¿Cuánto hace qué estoy haciendo equilibrio? Desde que nací” bromeó Mauricio Dayub, la mente detrás la icónica obra “Toc Toc”, en referencia a “El Equilibrista”, obra estrenada el 22 de enero en su sala de Palermo, en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565, CABA), donde se balancea en una cuerda sobre los espectadores: “Preparándome estuve unos seis meses, empecé en una plaza, la persona que me enseñó me dijo que no lo iba a poder hacer para el espectáculo porque en seis meses no lo iba a aprender, porque me iba a cambiar mucho la concentración en un teatro, frente al público. Yo insistía que sí. Me contestó que quizás lo lograba si tenía muchas horas de vuelo, para eso tenía que trabajar arriba de la cinta muchas horas diarias.”
“Me llevaba mucho tiempo llevar la cinta, armarla, dependía mucho del clima, de mis otros trabajos. Y empecé a ocuparme, porque las horas “de vuelo” que tenía que tener para el estreno, no las iba a poder tener. Una noche, desvelado, buscando como todo el tiempo donde tener la cinta ya puesta, para no perder tiempo y hacerlo más seguido, miré mi cuarto y vi dos columnas que podían llegar a sostener la cinta, porque va con un malacate, habitualmente la sostienen dos árboles en la plaza.”
“A la mañana siguiente le pedí a mi mujer si por dos o tres meses podía levantar el pie un metro diez para pasar a la cama, a Nati que la aspiradora la pasara por abajo, y ahí empecé a darme cuenta que si iba a poder, porque me subía mínimo dos o tres veces por día.”
“Un día volvía de Toc Toc, mi mujer ya estaba durmiendo, me recordaba mucho esto que me habían dicho, que con la luz del teatro te cambia la concentración y cuesta. Entraba una luz por la ventana, estaba casi oscuro, así que me dije que tengo que probar sin luz. Todas las noches, después de Toc Toc, me subía a ver si podía.”
“Si bien no era demasiada altura, se utiliza mucho la cintura, cadera, rodilla, no se puede hacer sin elongar antes; tiene toda una serie de cosas.”
“Después, el problema fue ponerlo en un teatro, no había de donde sostener, se podía mantener de un lado pero no del otro, y mucho menos donde la queríamos poner, porque era el pasillo por donde el público tenía que salir. Nos encontramos con que no había manera que la cinta estuviera en el escenario del espectáculo y fuera hacia atrás sin que yo la llevara. Hubo toda una serie de domingos a la mañana intentando ver como hacíamos, hasta que lo logramos”.
A pesar de los desafíos, la obra es muy exitosa, ya que pasó de tener una función por semana cada martes a las 21:00hs, a agregar los lunes al mismo horario en el itinerario: “He hecho todas con cartel de localidades agotadas, está vendido dos semanas antes desde que empecé, así que la gente puede sacar para la tercer semana. Esta semana ya pusimos a la venta la cuarta, porque hay gente que busca la mejor ubicación.”
“Todas las noches está la posibilidad de que me caiga. Tengo una expectativa tan grande cada vez que llega el lunes y la tengo que hacer, porque también está ese riesgo que corría Buster Keaton cuando hacía las tomas el mismo, las cosas que hacía Chaplin con el cuerpo, le pone algo más a la actuación. Me pasaba con El Amateur, al tener que batir el récord frente al público sobre la bicicleta y poder hablar al mismo tiempo. Son cosas que, para mí, al teatro le ponen algo más y ayudan mucho a acercar ese puente que tiene que haber entre el artista y el espectador.”
“El público se da cuenta que no hay artilugios, el actor lo tiene que lograr. Creo que no me he caído porque le ponen mucha garra.”
Originario de Paraná, el artista se formó y trabajó en el teatro santafesino antes de finalmente instalarse en Buenos Aires: “Con una beca del Fondo Nacional de las Artes empecé a estudiar con Carlos Gandolfo en el ’83, vine con la democracia. Eran chiquitos Matías y Manuel, sus hijos, que son los que ahora tienen el actor studio con Dora.”
“El Equibrista” aparte del entrevistado, contó con la colaboración de Patricio Abadi y Mariano Saba en su escritura. La dirección se encuentra a cargo de César Brie, un gran teatrista, sobre el cual Dayub habló con mucho aprecio: “Fue amor a primera vista. Empecé a ensayar este espectáculo distinto de los anteriores, sólo con mi asistente para hacerlo todo de corrido, todavía no tenía director. Quería ver si lo que habíamos pergeñado con los autores era posible, si se unían los monólogos en una historia familiar. Teníamos la decisión que el último monólogo sea el que ve el público hoy, pero había que probar si ese monólogo se emparentaba con los otros, porque los otros estaban escritos dos por Patricio Abadi y dos por Mariano Saba. Yo escribí el inicio del espectáculo, el omni, las uniones y el final.
“Pero sentía que el pulso de ellos, la mano de ellos como autores se diferenciaba de la mía y que tenía que encontrar algo que amalgamara eso. Cuando empecé a hacer todo, lo encontré a Brie, que me reuní con él por otras razones. Me empezó a latir que tenía que ser el director. Hasta ese momento pensaba que como éramos tres autores, iba a convocar tres directores para que fuera una propuesta interesante, o ver como cada tramo del espectáculo como funcionaba un director con un autor, buscando que el unipersonal sea más atractivo de lo que la gente se pueda imaginar, que no es una persona hablando arriba del escenario.”
Sería un error tildar a esta obra como un unipersonal: “Un poco de lo que venía pasando, y lo que quería desafiar, era estar arriba del escenario sin hablar, sin contar. Intenta ser autobiográfico, con licencias artísticas, porque hay cosas que no suman al proyecto y uno las tiene que sacar. Muchas veces hay algunas que son de la ficción que le suman mucho y uno las tiene que agregar.”
“Lo de mi abuelo es así. La historia final que cuento de mi abuelo, la viví yo en Italia directamente, sólo que en vez de la familia de mi padre, fue con la familia de mi madre. Pero como el primer rol es masculino, estas son las licencias que me tomé, lo basé en mi padre, que es el rematador, pero la verdadera historia la viví personalmente cuando fui a rodar una película a Yugoslavia, que se llamó El Camino del Sur, con Juan Bautista Stagnaro.”
“Cuando llegué, estaba lloviendo. En Yugoslavia, noviembre llueve casi todo el mes, entonces no se podían rodar mis escenas en exteriores. Me dijeron que tenía tres días libres, que podía hacer lo que quiera. Llamé a mi casa y me dije que, teniendo Italia cerca, quería conocer el pueblo de mi abuela. Mi madre le preguntó a mi abuela, que le dijo que ya no tenía ninguna dirección porque ya no quedaba nadie, no había familiares.”
“A mí me dio muchas dudas que fuera así. Mi abuela hacía 55 años que se había venido de Italia a la Argentina, y nunca más había tenido contacto con sus familiares. No sé por qué me causaba cierta intriga, cierta curiosidad. Entonces, como no conocía mucho y el idioma me complicaba, me tomé un tren a Italia, que paraba en todas las ciudades. Finalmente, llegué a Roma, pero después de un montón de horas. Cuando llegué empecé a buscar algún dato del pueblo de mi abuela.”
“Tenía como complicación que llegaba el atardecer y yo no tenía donde parar, no había reservado nada, había salido impulsivamente. Entonces fui a los lugares donde sabía que mi mamá había nacido, cerca del puerto en Manfredonia, provincia di Foggia. Empecé a preguntar por el apellido en algunos lugares, con pequeños datos que tenía. Lo increíble es que, en todas las puertas que golpeé, me hicieron pasar. Como no hablaba bien italiano y decía que buscaba ‘mia nonna’ me hacían pasar, porque todos tenían familiares que habían venido a la Argentina. Me sentaban en el living, nos íbamos entendiendo deletreando el apellido que buscaba, hasta que cuando concluíamos y nos entendíamos, el apellido de mi abuela no era el de ellos, ahí había como una decepción, pero me decían que no me podía ir, que me quede a probar el lemoncello, pero me tenía que ir.”
“Así fui preguntando, hasta que un día vi una peluquería de barrio. Mi madre cuando era chico tenía una peluquería de barrio, y me dio que podría ser. Entré, la peluquera estaba haciendo un corte, dejó, me escuchó, me preguntó algunas cosas como para no estar hablando con alguien desconocido, le expliqué que estaba filmando una película, me dijo espere acá. Escuché que le decía a otra peluquera, y le contestaban que si, que me haga pasar. Empezaron a llamar por teléfono el apellido que yo daba, y al rato me dijeron que alguien que conoce a mi familia me iba a ir a buscar.”
“Esperé ahí en la peluquería. Vino un señor alto, que me dijo que me iba a llevar a una casa donde vive la hermana de tu abuela. Llegué a esa casa, me hicieron pasar, estaban los hijos, los primos, los tíos, porque ya se habían avisado por teléfono. Esperaban que viniera la hermana de mi abuela, que le habían ido a avisar en la misa.”
“Se armó una mesa impresionante, de veinte, veinticinco familiares, que todos me mostraban fotos. En el camino, venían unas viejitas, todas de negro. Primero vino una, que me quería abrazar, conocer. Seguían cayendo familiares, de todos trataba de registrar el nombre, la cara, para contarle a mi familia. El tema fue que, al terminar de comer la cena, donde querían que comiera, los escuchara y les hablara a la vez, que era imposible. Cuando llegan las once de la noche, les dije que quería conocer la casita donde mi abuela había vivido, porque al otro día me tenía que volver. Entonces me llevó el marido de la hija de la hermana de mi abuela. Y en el camino me empezó a preguntar, con toda frialdad, sin ninguna emotividad, que había pasado, por qué mi abuela había pasado tantos años sin hablar. Me empezó a pregunta cosas concretas, como estábamos económicamente, si yo quería saber algo de la historia, a lo que le dije que sí.”
“Y ahí me contó la verdad, porque mi abuela había negado a toda la familia. Mi abuela había conocido a mi abuelo, una especie de galán de traje blanco que se paseaba por el puerto, que no les caía bien a ellos.”
“Por esto, que ya se ha trabajado, de la inmigración, sobre estas imágenes, es que pensaba que estaba haciendo un espectáculo para unos muy poquitos, pero tenía una necesidad enorme de hacerlo igual. Nunca me pasó que se quedara tanta gente a agradecerme.”
Podés escuchar “Café con Mazas” los sábados a las 13:00hs por Radio Zónica