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María Kodama fue entrevistada en el programa Palabra de Autor de la RZ, la escritora quien fuera esposa de Jorge Luis Borges, se refirió a la obra del reconocido escritor y a diversas anécdotas relacionadas con la vida del autor. Kodama señaló que en la obra de Borges “no es solamente una historia lo que él cuenta, sino que debajo de eso, la esencia de ese cuento o ese poema es una especie de recorrido o de haber sentido lo que es la literatura. Lo importante en él es esa perfección que buscaba, el estilo que tenía, porque si uno no tiene un estilo que lo pueda diferenciar de todos los otros, es solamente una persona que escribe bien, Borges tenía no solamente la posibilidad de buscar su estilo, perfeccionarlo y de corregirlo.”

La escritora también se refirió al modo en que Borges escribía sus obras, “Él generalmente escribía lo que estaba relacionado con lo que soñaba, como era ciego tomaba baños de inmersión porque era más seguro y ahí pensaba si lo que había soñado servía o no, si servía para un cuento o para un poema, luego lo dictaba, no tenía ningún horario fijo cuando tenía ganas escribía y cuando no tenía ganas tampoco se desesperaba, esperaba como él decía que la musa lo visitara.” Y compartió una anécdota de uno de sus primeros acercamientos a la obra del escritor argentino, “Tendría diez u once años y cayó en mis manos una revista, empecé a leer el cuento que decía ‘Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche’ y lo leí hasta el final sin entender una palabra, hasta el día de hoy es mi cuento preferido porque lo que yo sentí era como una música, una cosa de una fuerza increíble que me ató para siempre a ese cuento. Muchos años después se presentó en el Salón del Libro en París, una entrevista que le hacía Victoria Ocampo a Borges basándose en describirle fotografías, cuando yo lo leo Victoria Ocampo le dice, acá hay una casa con un jardín a la izquierda, una escalera a la derecha y Borges le contesta, ‘esa es la casa de la calle Anchorena, en esa casa yo escribí ‘Las Ruinas Circulares’, nunca ni antes ni después yo pude escribir algo con la intensidad con la que yo escribí ese cuento’, esa intensidad es lo que a una chica de diez años, que no entendió nada, la atrajo. Entender es una etapa secundaria, lo importante es la captación de esa cosa mágica que el autor hace y que el lector recibe, para ver una obra de arte no necesitamos entender desde un punto de vista intelectual sino simplemente sentirse atrapado.”

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