Ruben Mosquera: “Este es un tiempo donde la palabra está en crisis, sobre todo la palabra poética”
Teatro noviembre 9, 2021El director teatral conversó con "Susurros en tus Oídos" sobre las variadas visiones del teatro y sus producciones más recientes.
Rubén Mosquera es autor, director, director general, dramaturgo y productor, con una extensa cantidad de obras y proyectos en su carrera profesional. Desde hace más de veinte año que se adentro al mundo teatral, a través de diferentes técnicas de dirección, escritura y participación.
Cómo surgen las ideas para determinadas piezas teatrales. Para “La bella en su jaula” en realidad nace de algo anecdótico. Yo estaba buscando una sala para hacer otra obra, una sala chiquita con cortinas negras, era una cámara negra. Y con la persona con la que siempre hago las escenografías, Vanesa Abramovich, es imprescindible en lo que hago. Estábamos mirando todo el lugar, y de repente el dueño de la sala dice “Esto tiene un vitró atrás”. Lo corre, saca la cortina negra, entran unos gigantes rayos de sol, Vanesa estaba sentada escribiendo, y de repente se me presentó la imagen de una chica colonial, en una casa colonial con un vitró detrás, y de inmediato se me ocurrió que tenía que hacer la historia de Felicitas Guerrero. Quitándole todo el romanticismo, claro, porque ahí lo que hubo fue una venta de una persona, y después un femicidio flameante con gente de alta sociedad que lo tapó. Generalmente, en el teatro no sé de donde salen las ideas. Siempre digo que empieza como una ocurrencia, que después tal vez esté meses dando vueltas en la cabeza, hasta que se empieza a revestir de cierto sentido lógico, y pasa a ser una idea, transformándose en un universo donde luego, los personajes cuando hablan, tienen una lógica y no es todo un disparate. Las ocurrencias luego se revisten de cierto sentido lógico, porque las ocurrencias tienen patas muy cortas. Si uno realmente no mete esa chispa de idea dentro de un universo, y construye todo lo que hay alrededor, todo el contexto, rápidamente esa idea se cae, no resiste cinco minutos en escena.
Así mismo, el director teatral agregó: Para “Las putas de San Julián”, en realidad, vengo trabajando el tema de la mujer desde hace bastante tiempo. A Osvaldo Bayer lo conocí cuando vinieron a ver una obra mía, y al finalizar me dijo “La verdad que me gustó tanto el tratamiento que le diste a la mujer en esta obra que quiero que seas vos y no otro el que tome el tratamiento de lo que pasó en el prostíbulo”. Yo conocía la historia, había leído hace muchísimos años “La Patagonia rebelde”, que en ese momento el libro se llamaba “Los vengadores de la Patagonia trágica”, a partir de la película cambió el nombre. Cuando empecé a hablar con él me entusiasmé y quise hacer una obra épica estilo “La Patagonia Rebelde” con muchísimos actores, pero me di cuenta que no, que es mejor tal vez tomar lo íntimo, desde lo que pasa dentro del prostíbulo, y que se haga más referencia al contexto, que es más conocido lo de los fusilamientos. Intentar penetrar en el alma de estas mujeres. Cuando fue esto también me relacione con la gente de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina), me contaron lo que pasaba en los interrogatorios cuando la policía las detenía, qué les pasaba a ellas en realidad con los clientes recurrentes, qué sentían algunas de ellas que eran casadas. Me sirvió muchísimo para adentrarme en el alma de un sector de la sociedad que siempre es denostado, sin darle oportunidad a tener voz. Este episodio en particular, que demuestra que en una sociedad bien pensante todos los ilustres se callaron la boca, y que el rechazo a semejante genocidio salga desde un prostíbulo, es un hecho muy trascendente, me pareció muy especial esta historia. Sin embargo el “héroe” para esa sociedad, quien reprimió a los trabajadores, no tiene calle, no tiene donde homenajearlo, hasta a los militares les dio vergüenza y le sacaron la placa del cementerio, porque finalmente quedó como lo que es, un genocida. Un asesino.
En cuanto a la importancia de hacer una revisión histórica de hechos históricos, Mosquera destacó la importancia de la elección de los actores para interpretar roles. Eso es esencial. Sé que algún director o dramaturga se va a enojar con lo que voy a decir, pero el 90% del teatro son los actores. Son los valientes que se suben ahí. Yo puedo escribir cualquier cosa y son ellos los que se someten a que les tiren un tomatazo. Me gusta mucho dialogar con los actores. Sé que muchas veces dicen que hablo mucho, pero a mi me gusta conversar con ellos. Yo hago teatro para transmitir cosas, no lo hago por un hecho estético en sí mismo. Por supuesto que busco lo más bello, lindo o alegre que pueda poner en escena, por eso siempre trabajo con Vanesa, y generalmente con los mismos actores, pero porque tenemos un código en común. El teatro es algo extraño, porque el director no tiene otra posibilidad que hacer algo subjetivo, no hay forma de hacer algo objetivo. Realmente creo que me gusta mucho reivindicar la palabra poética en el teatro. Este es un tiempo donde la palabra está en crisis, sobre todo la palabra poética, más en crisis. El teatro, antes que otra cosa, es poesía en movimiento a través de los cuerpos, y si tenemos suerte y la palabra le sirve al actor, y el actor la pasa por su cuerpo, seguramente va a conmover las cuerdas del alma del espectador. Cuando esto no sucede, no hay teatro, es algo que se hace arriba de un escenario, en la puerta del local dice “teatro” y asistimos a algo que pagamos una entrada que no sabemos muy bien que viene a ser. Siempre digo que de una buena conversación uno se va más gordo, más alto y más ancho. De una buena obra de teatro uno se va más gordo de cuando entró, se va con otra carga. Seguramente en ese momento uno no habrá detectado todo lo que pasó. Por eso digo, el trabajo con los actores es esencial. Y repito, pueden no haber directores, iluminadores, dramaturgos, vestuaristas y escenógrafos, ahora si no hay actores, el teatro se termina ahí. Es un hecho directamente humano. Respeto mucho a quienes quieren hacer ciberteatro, a través del internet, trabajar con dibujos y que les dan vida. Pero en realidad, lo que está pasando ahora es el problema del alma de un ser que está sufriendo, siendo padre, hermano de sus hijos, amante, etc. Creo que la pandemia ha revelado eso. Por lo menos este año estrené cinco obras, cuatro fueron reposiciones y una, “Antinomia” que justamente habla de esto, el problema de la palabra, la incomunicación, cómo se mal entiende el ser humano a través de medios que no son el contacto directo. Realmente me he peleado con la gente más por zoom o whatsapp por malos entendidos, de algo que no tienen el calor humano, no tiene el color o temperatura en la voz de un ser humano. Volver al teatro es volver a eso.
Una de sus obras más recientes es “Antinomia”, donde el autor declaró: Los actores son maravillosos. Son jóvenes y le dan esa frescura que el oficio teatral te quita eso mucho a veces. Si hay algo que forma el teatro es una familia. Es rara esas familias eventuales que duran lo que dura la obra, que no nos llamamos nunca más, pero que en el medio quedan los secretos, lo que nos contamos. Extrañaba mucho eso, sobre todo la necesidad de poder hablarle al público. Cuando uno hace teatro, uno está disimulando la necesidad que uno tiene de decir cuánto amor tiene adentro para dar, y cuánta necesidad de amor quiere sentir. Y eso es el arte. El arte es una energía creativa que es liberada, y por serlo, es liberadora en los demás. Me parece que eso sólo se logra a través de un trabajo muy intenso con los actores, de mucha profundización, hasta pelearse con ellos, con los egos de ambas partes. Pero en esa pelea, siempre hay algo que es mejor de lo que originalmente se pensó. Cuando empecé a dirigir, fue un actor el que me dijo “No estudies tanto, no busques, hablá con los actores, ellos te van a ir guiando”, y hasta el día de hoy lo hago. Sobre todo con actores con experiencia, actores que siguen apostando por el teatro independiente, que no están buscando la fama, ni el dinero o la figuración. No he trabajado con actores famosos, pero también es verdad que no se si tengo ganas de trabajar con ellos.
¿Condiciona ser director y dramaturgo a la misma vez? En principio, yo hago teatro para decir cosas. En los últimos dos años yo sentía que tenía un trapo en la garganta, y por eso estrené desesperadamente. A la hora de decir cosas, mi verdad choca con las anatomías de los cuerpos de los actores, sus propias psicologías, sus propios valores; y muchas veces el resultado no es el mismo que yo busqué cuando empezaba. Tengo una imagen, claro, tengo la imagen de la escenografía charlada con Vanesa, hablo con el iluminador, la parte estética siempre es transmitida, incluso para determinadas obras he pasado meses viendo a un pintor, porque quiero que tenga esa temperatura. Pero después hay que meter seres vivos, pensantes, poetas, creadores a través de sus cuerpos. En la medida que uno no admira al actor, no puede trabajar con ellos, salvo que sea un productor patrón que impone órdenes, que tiene sólo una verdad absoluta. Me ha pasado en más de una vez de discutir una palabra con un actor, y me doy cuenta que tiene razón él, porque la palabra me queda bien a mí, pero yo no la digo, y a él le sienta bien un sinónimo, o cambiar la forma en que lo dice, y va a sonar mejor. Ese trabajo es enriquecedor y uno tiene que acostumbrarse a ceder. Uno tiene que saber que está trabajando con seres humanos sensibles, creadores, que tienen problemas.
En cuanto a las aristas entre el teatro independiente y el comercial, el director teatral dijo: Soy un muy mal espectador de teatro, sinceramente. Generalmente en el teatro comercial termino viendo cosas técnicas, mirando cómo hicieron algunas cosas, pero hay momentos de los ensayos que, es donde tal vez el actor saca lo más tremendo de él, se zambulle en lo peor y lo mejor que tiene, los dolores más profundos. Saca eso y me logra conmover y son las palabras que yo escribí pero están mejor dichas, con otro sentido, que toman otro vuelo a lo que yo escribí. Para el director la poesía está en el ojo, no está en otro lado, es personal, para el música seguramente estará en el oído la poesía, pero para el actor está en su cuerpo, en poner estar haciendo y escribiendo arriba de las tablas, en tiempo real, y que le pasen las cosas que le están pasando. Como director, cuando está la función, me emociono por lo que veo pero no tengo capacidad de intervención, los dejé y ya es la responsabilidad de ellos seguir. A mi me parece que el teatro está ligado siempre a una pequeña llamita que hay que cuidarla, llueve, truene, hay que cuidarla.
Podes escuchar “Susurros en tus oídos” todos los martes de 20 a 21 hs por Radio Zonica.